Siglos  XIX-XX.


 
La fiebre minera y el tren que  nunca llegó.

                    Hornos de fundición de azogue en el cerro Mansilla

En 1791 el  capellán de Nieles, Manuel Rodríguez Mesqua, en su contestación al cuestionario del Diccionario Geográfico de Tomás López, responde de este modo sobre la existencia de minas, salinas, aguas minerales y piedras preciosas: No tiene aguas minerales, salinas, ni otra cosa que poder decir pues no tiene minas, ni piedras preciosas, ni árboles ni yerbas extraordinarias. Tampoco Fernando García y Villalta, cura de Cástaras, en su respuesta a Tomás López, hace mención alguna a la existencia de minas.  Sabemos pues, que en 1791 no existían las minas de mercurio, o al menos, no se encontraban  en explotación. 

El  4 de mayo de 1825 don Juan de Campos y Molina, juez subdelegado de la Comisión de Minas y Tesoros de la provincia de Granada, comunica al subdelegado de la villa de Ugíjar, que por parte de Miguel García Morón, vecino de Bérchules,  se le ha solicitado la concesión de licencia para hacer un minado en el Cerro Mansilla.  En la misma fecha, José Zapata, también vecino de Bérchules, solicita licencia para hace un minado en el Corral de Roque, lindando con Las Hoyas de Ciriaco. Estos dos documentos dan fecha al inicio de la explotación minera  en Cástaras y Nieles y a un período de relativo progreso. Las Minas de hierro de  El Conjuro, en los términos de Almegíjar y Busquístar, y las de mercurio de Mansilla y Los Prados en Cástaras, junto con las de La Perla y el Richuelo en Nieles y Tímar, asistieron a un importante trasiego de concesiones mineras, por las que pasaron desde lugareños de La Alpujarra hasta la familia Rodríguez Acosta. Durante más de un siglo la minería contribuyó a la modesta economía de Cástaras y Nieles, empleando a numerosos trabajadores en las duras tareas mineras, hasta su definitivo cierre en los años cincuenta del siglo XX, coincidiendo con el inicio de la extracción el mineral de hierro en el cerro de El Conjuro. 

Las expectativas creadas por la minería, propiciaron la idea de un proyecto de tren, que de haberse llevado a cabo, habría modificado sustancialmente la economía alpujarreña y su singular paisaje. En 1908 se constituyó en Granada una sociedad, con la finalidad de obtener la concesión del ferrocarril de Torredelmar, en Málaga, a Zurgena, en Almería. El trazado, a su paso por la provincia de Granada, transcurría por La Herradura, Salobreña, Motril, Vélez Benaudalla, Órgiva, Notáez, Cástaras, Lobras, Cádiar, Válor, Yegen, Nechite, Ugíjar y Laroles, para adentrarse en La Alpujarra almeriense; pero el ministerio decidió no aprobar el proyecto debido a su elevado coste. Tras posteriores intentos de sendas comisiones granadina y almeriense en 1923, y de la celebración al año siguiente de una asamblea en Cádiar, denunciando el atraso económico de la comarca, el gobierno de Primo de Rivera, no accedió a que el proyecto se llevara a cabo. De todo ello, solo quedó un croquis publicado el 17 de mayo de 1912 en El defensor de Granada.

En 1895, el banquero madrileño Adolfo Bayo encarga la realización de reconocimientos mineros en el Cerro de El Conjuro, al ingeniero civil de minas M. Stéphen Czyszkowski, cuyos resultados fueron muy prometedores; cuatro años después, en 1899, vende el grupo de minas de El Conjuro, San Adolfo, Santa Elisa y San Augusto a la sociedad francesa Schneider et Cie., la metalúrgica de El Creusot, por tres millones de francos; pero las dificultades en el transporte del mineral impidieron su explotación.

En 1954 la propiedad de las minas había pasado a Minas de Hierro de El Conjuro, S.A, de ENSIDESA, teniendo como principal destinatario los altos hornos de Avilés.En 1956, el Ministerio de Industria autoriza la instalación del cable aéreo, que entra en servicio en 1957, con un recorrido de 18 kilómetros entre las minas y Rules, donde se construye un cargadero desde el que se transporta el mineral en camiones al puerto de Motril.

En 1974 cesa la explotación minera. Los tres millones de toneladas de mineral extraído durante dos décadas, no cumplieron con las expectativas anunciadas en los informes de principios del siglo XX, motivando el cierre de las minas. El 26 de febrero de ese mismo año Minas del Conjuro S.A., segrega una parcela de la finca matriz de 26.950 m², cediéndola gratuitamente a la Universidad de Granada. La descripción contenida en la escritura es la siguiente: «Parcela de terreno, en término de Busquístar, paraje llamado Terrera de las Minas, Cerro del Almirez, y Relleno, con la extensión de dos hectáreas, sesenta y nueve áreas, cincuenta centiáreas, conteniendo siete edificaciones siguientes: edificio general de la mina, talleres, almacén general y laboratorio, almacén auxiliar, fragua, edificio auxiliar del laboratorio y el albergue de obreros».

                     Trabajadores de las minas de El Conjuro. 1970

El cierre de la minas de El Conjuro supone el final de la historia minera de La Alpujarra granadina. Solamente las minas de plomo de Sierra Lújar permanecieron activas unos años más. Atrás quedan las minas de mercurio de Cástaras, Nieles y Tímar, cuya actividad comenzó en la primera mitad del siglo XIX. Durante los años de actividad minera, los pueblos de La Alpujarra Media granadina, complementaron los recursos generados por la agricultura con los jornales obtenidos en las minas. Pero las esperanzas puestas en la minería, se vieron truncadas por el agotamiento de las menas y las dificultades en el transporte. La incesante emigración iniciada a finales del siglo XIX, motivada por la plaga de filoxera, se vio acentuada durante el siglo XX con el cierre de las explotaciones mineras. Hoy, la huella dejada por la minería, constituye una parte importante del patrimonio cultural e histórico de La Alpujarra.

Demografía

 En 1842, la población del municipio de Cástaras y Nieles alcanzaba la cifra de 1567 habitantes, lo que supone un crecimiento de 92,7% con especto a la cifra de 1752, mientras que la tasa de crecimiento, de otras poblaciones cercanas como Juviles, para el mismo período, era del 30,5%. En 1877,  la población alcanza la cifra más alta del siglo XIX, 1633 habitantes,  cifra que se verá reducida en  el censo de 1887 a 1525 habitantes motivado por la epidemia de cólera que en 1885  asoló la provincia de Granada, registrando la tasa de mortalidad más alta de Andalucía, y ocasionando 4.585 muertos en la capital  y 1.619 en Órgiva.

 


Portada del repartimiento de la contribución territorial


Sello de la alcaldía constitucional de
Cástaras y Nieles. Año 1852

A los efectos de la epidemia de cólera se une la grave crisis del viñedo producida por la enfermedad de la filoxera. Las numerosas viñas existentes en el cerro de La Coronilla, el Lobrazán, La Contraviesa y otros pagos, quedaron destruidas. La ruina del viñedo y los primeros fracasos en la repoblación de la viña, produjeron un doble efecto; por un lado descapitalizaron y arruinaron a los fuertes propietarios de la Contraviesa, que se vieron obligados a vender sus tierras a precios irrisorios, con un desmembramiento y acceso multitudinario a  la propiedad de la tierra, y por otro, una fuerte emigración que diezmó la

 población, reduciéndose en Nieles y Cástaras a la cifra más baja del siglo XIX, con  tan solo 1485 habitantes censados en 1897, causando el mismo efecto en las poblaciones cercanas de Lobras y Juviles, y en gran parte de la Alpujarra. La filoxera paralizó la vida comarcal; de una población total de 31.328 habitantes, más de 8.000 tomaron el camino de la emigración.

El siglo XX arranca con un importante crecimiento. El censo de 1900 alcanza una cifra de 1634 habitantes, lo que supone un incremento del 10% respecto del censo de 1897. Pero este crecimiento no se mantendrá en los años posteriores, al contrario, los censos de 1910 y 1920 registran importantes descensos al contabilizar 1526 y 1504 habitantes respectivamente. Una de las causas de este descenso estaría en la fatídica epidemia de gripe de 1918  que llevó a la provincia de Granada a tasas de mortalidad similares a las del final del siglo XIX. Los primeros años del siglo XX son años de emigración. Los efectos de la filoxera aún se dejan sentir, especialmente en la Contraviesa, donde el censo de casas de 1924-25 registra en la cortijada de los García de Verdebique,  6 vecinos residentes en Brasil de un total  de  14, se registran también, propietarios en Tetuán, Barcelona o Granada. 

   Evolución de la población desde 1940 hasta 2006               

Los años treinta, cuarenta y cincuenta van a registrar un  importante incremento de la población. La mejora de la higiene, de la sanidad y de las condiciones de vida en general, permitirán una importante reducción en la mortalidad, especialmente infantil. El censo de 1950 registra el mayor número de habitantes de la historia de Cástaras y Nieles con 1657 habitantes de hecho, pero a partir de 1960 la despoblación producida por la emigración va  alcanzar una velocidad vertiginosa. Entre 1950 y 1960 la población descenderá  de 1657 vecinos a 1416, agravándose durante las  décadas de los sesenta y setenta, así, los censos de 1970 y 1981 reducirán la población a 887 y 452 habitantes respectivamente hasta llegar a la cifra actual de 251 habitantes. El cierre de las minas de mercurio de Mansilla y de los Prados de Villarreal en los años cincuenta, y las de hierro del Conjuro en 1974 y la sequía de principios de los setenta, contribuirán notablemente al proceso emigratorio, que el castareño Nicolás García Mezcua describe en su libro Cástaras misterio entre aguas piedra de este modo: “Agotada la explotación minera de estos yacimientos se produjo un éxodo muy fuerte para buscar fortuna, hacia Marruecos y hacia América, especialmente hacia Buenos Aires, en la República Argentina. Rara era la familia que no tenía emigrado alguno de sus miembros. Muchos de estos emigrantes se llevaron a la familia entera y bastantes de ellos cortaron para siempre la relación con los suyos y con el lugar que los vio nacer.”

El factor  decisivo de la emigración y consiguiente despoblación de Cástaras y Nieles está en la saturación de sus posibilidades vitales. La economía, basada en la explotación de un campo muy dividido y escaso, el  desigual reparto de la tierra, y  las duras condiciones de vida, unido al aislamiento y la falta de servicios provocó una decadencia demográfica que no ha cesado hasta nuestros días.

Los datos estadísticos 1960, reflejan claramente el declive demográfico de Cástaras y Nieles. En primer lugar, destacamos la diferencia entre la población de hecho (1.416 habitantes) y la población de derecho (1567 habitantes), es decir, un 10% de la población de derecho no reside en Cástaras y Nieles lo que evidencia una cierta emigración  fuera del municipio. En segundo lugar destaca, como ya se ha dicho,  el desigual reparto de la tierra. De un total de 347 familias solamente 168 son propietarias, 106 son arrendatarias, y 73 familias trabajan como jornaleros; es decir, más del 50% de las familias trabajan en tierras ajenas.  

Durante las décadas de los  setenta, ochenta y noventa la despoblación continúa su acelerado ritmo, hasta llegar al censo de 2005 con un registro de 251 habitantes; un reducido número al que se le une un notable envejecimiento de la población donde el 42% tiene una edad superior a los 65 años; ocupando el segmento de población inferior a los 20 años el 7,63%.